Con la excepción de algunas breves temporadas en el extranjero - en Europa (París, Suiza y Londres) y en Venezuela, como secretario de la Legislación de su país en Caracas -, la vida de Silva transcurre en el ambiente cerrado y nada estimulante del Bogotá de sus años. Su existencia estuvo marcada por el fracaso, las frustraciones y continuas ruinas en sus empeños comerciales, en los cuales ha de actuar para salvar los negocios de la familia; la muerte de su querida hermana Elvira (a quien va dedicado el famosísimo "Nocturno"), el naufragio de un barco en el que viajaba, el regreso de Venezuela, y donde pierde "lo mejor de mi obra"; la hostilidad de una sociedad estrecha ("José Presunción", le llamaban) que le obliga, por pudor y altivez, a casi esconder su vocación literaria.
Todo ello, obrando sobre un espíritu sensible en alto grado, culminó en el temprano suicidio - antes de cumplir los treinta y un años -, sin que su genio poético hubiese llegado a madurar plenamente.
A pesar de que aún en vida algunas de sus composiciones fueron muy populares, publicó poco; y la primera edición de su obra poética, parcial y muy adulterada, es póstuma, de 1908 (realizada en Barcelona, con un prólogo fervoroso de su gran admirador Miguel de Unamuno).
Su producción poética conservada ha venido a quedar agrupada en tres núcleos muy distintivos: El libro de versos, lo más granado de esa producción - el mejor Silva - , que él mismo ordenó y tituló; Gotas amargas, conjunto que parece tenía destinado a mantener siempre inédito; y Versos varios, miscelánea del resto de su obra.
En la atmósfera de la estética simbolista, con su gusto por la expresión misteriosa, vaga, sugerente y de cadenciosa musicalidad, es donde hay que inscribir sus más intensos momentos poéticos, teñidos de una profunda vibración elegíaca. Esos momentos aparecen dominados temáticamente por la obsesión del tiempo, el recuerdo y la muerte, y devueltos simbólicamente en un aura condicionada de veladuras y de sombras.
Una noche una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas, Una noche en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas, a mi lado, lentamente, contra mí ceñida, toda, muda y pálida como si un presentimiento de amarguras infinitas, hasta el fondo más secreto de tus fibras te agitara, por la senda que atraviesa la llanura florecida caminabas, y la luna llena por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca, y tu sombra fina y lángida y mi sombra por los rayos de la luna proyectada sobre las arenas tristes de la senda se juntaban. Y eran una y eran una y eran una sola sombra larga! y eran una sola sombra larga! y eran una sola sombra larga! Esta noche solo, el alma llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte, separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia, por el infinito negro, donde nuestra voz no alcanza, solo y mudo por la senda caminaba, y se oían los ladridos de los perros a la luna, a la luna pálida y el chillido de las ranas, sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas, entre las blancuras níveas de las mortuorias sábanas! Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte, Era el frío de la nada...
Y mi sombra por los rayos de la luna proyectada, iba sola, iba sola ¡iba sola por la estepa solitaria! Y tu sombra esbelta y ágil fina y lánguida, como en esa noche tibia de la muerta primavera, como en esa noche llena de perfumes, de [murmullos y de músicas de alas, se acercó y marchó con ella, se acercó y marchó con ella, se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas! ¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las [noches de negruras y de lágrimas!...
Sencilla y grata vida de la aldea levantarse al nacer de la mañana cuando su luz en la extensión clarea y se quiebra en la cúpula lejana, vagar a la ventura en el boscaje... Espiar en los recodos del camino el momento en que el ave enamorada oculta en el follaje sus esperanzas y sus dichas canta.
En rústica vasija coronada de espuma libar la leche, contemplar la bruma que en el fondo del valle se levanta, el aire respirar embalsamado con los suaves olores de la savia y las flores, tomar fuerza en la calma majestuosa donde la vida universal germina, en ignotos lugares que no ha hollado la vana muchedumbre en el bosque de cedros seculares del alto monte en la empinada cumbre; después, tranquilamente bañarse en el remanso de la fuente.
Con el rural trabajo que a los músculos da fuerza de acero y que las fuentes abre de riqueza endurecer el brazo fatigado y devolverle calma a la cabeza, sin fatigas, sin penas, sin engaños dejar correr los años y en la postrera descansar, no en lujoso monumento sino bajo el follaje del verde sauce a su tranquila sombra, cabe la cruz piadosa.
Si en tus recuerdos ves algún día entre la niebla de lo pasado surgir la triste memoria mía medio borrada ya por los años, piensa que fuiste siempre mi anhelo y si el recuerdo de amor tan santo mueve tu pecho; nubla tu cielo, llena de lágrimas tus ojos garzos; ¡ah! no me busques aquí en la tierra donde he vivido, donde he luchado, sino en el reino de los sepulcros donde se encuentran paz y descanso!