Alfonsina Storni, una de las grandes poetas latinoamericanas, argentina, nacida en 1892. Actriz adolescente, joven dramaturga, maestra rural, profesora de arte dramático, periodista y, sobre todo, poeta. Madre soltera ("Yo soy como la loba, ando sola y me río... El hijo y después yo, y después,...¡lo que sea!"), en sus poemas defendió un mayor protagonismo de la mujer en la sociedad.

Últimas horas de la poetisa













Omar Pérez Santiago. Escritor chileno

El sábado 22 de octubre de 1938 una mujer -46 años- deambula en Buenos Aires hacia la estación de trenes, saca un billete, sólo de ida, para Mar del Plata. Se instala en una modesta residencial con el borroso designio de suicidarse. Se dice -la anécdota es oscura- que está enferma, cansada y anhela la muerte como una liberación. Quizás, en un banco desmantelado ocupa largas horas en repasar su vida. Tal vez emplea su tiempo en redactar el poema "Voy a dormir":

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.


Va al correo y envía el poema a La Nación. El lunes permanece la noche en vela con su confusión moral. Es probable que se escucharan gritos de rebeldía y palabras de sumisión. Habla consigo misma. Redacta una carta a su único hijo, Alejandro, de 26 años. A la una de la noche sale y va hacia el mar. Sus biógrafos aseguran que saltó al agua desde una escollera. El mito, sin embargo, más poético y más lleno de espíritu, que se internó lentamente en el mar.

Horas más tarde, dos jóvenes obreros que paseaban por la playa La Perla encontraron su cuerpo. Era Alfonsina Storni, una de las más importantes poetas del siglo.

Sobrellevó un cáncer de mama hasta que, finalmente, se sintió abrumada por la desesperación y decidió acabar con su vida.

Cinco sirenitas te llevarán
por caminos de algas y de coral
y fosforescentes caballos marinos harán
una ronda a tu lado.
Y los habitantes del agua van a nadar
pronto a tu lado.

VOY A DORMIR


Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

Alfonsina Storni

Miedo



" Aquí, sobre tu pecho, tengo miedo de todo;
estréchame en tus brazos como una golondrina
y dime la palabra, la palabra divina
que encuentre en mis oídos dulcísimo acomodo.

Háblame de amor, arrúllame, dame el mejor apodo,
besa mis pobres manos, acaricia la fina
mata de mis cabellos, y olvidaré, mezquina,
que soy, ¡oh cielo eterno!, sólo un poco de lodo.

¡Es tan mala la vida! ¡Andan sueltas las fieras!...
Oh, no he tenido nunca las bellas primaveras
que tienen las mujeres cuando todo lo ignoran.

En tus brazos, amado, quiero soñar en ellos,
mientras tus manos blancas suavizan mis cabellos,
mientras mis labios besan, mientras mis ojos lloran. "

Alfonsina Storni

DOLOR



Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar,
que la arena de oro, y las aguas verdes
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta quisiera
como una romana, para concordar
con las grandes olas y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento y los ojos fríos
y la boca honda dejarme llevar...
Ver como las olas azules se rompen
contra los granitos y no parpadear...

Ver como las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar...
Ver como pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar...
Ver como se adelanta la garganta al aire
el hombre más bello y no desear amar...

Perder la mirada distraídamente,
y que nunca la vuelva a encontrar,
y la figura erguida entre cielo y playa
sentirme el olvido perenne del mar.


Alfonsina Storni

SALUTACIÓN DEL OPTIMISTA (parte final)


Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos;
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espítiru ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco prístino,
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.
Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.

La latina estirpe verá la gran alba futura,
y en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea esperanza la visión permanente en nosotros.
¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!

Rubén Darío
Madrid, marzo de 1905

Del poema “Retorno” (Poema del otoño y otros poemas) 1907

Pueblo vibrante, fuerte, apasionado, altivo;
pueblo que tiene la conciencia de ser vivo,
y que, reuniendo sus energías en haz
portentoso, a la Patria vigoroso demuestra
que puede bravamente presentar en su diestra
el acero de guerra o el olivo de paz.

Rubén Darío

LA CALUMNIA


Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor obscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.

Rubén Darío

DE OTOÑO

Ya sé que hay quienes dicen: ¿Por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.

Yo, pobre árbol, produje, al amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!

Rubén Darío

TRISTE, TRISTEMENTE

Un día estaba yo triste, muy tristemente
viendo cómo caía el agua de una fuente;

era la noche dulce y argentina. Lloraba
la noche. Suspiraba la noche. Sollozaba

la noche. Y el crepúsculo en su suave amatista,
diluía la lágrima de un misterioso artista.

Y ese artista era yo, misterioso y gimiente,
que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.

Rubén Darío (1916)


TODO VERDOR

Todo verdor perecerá
dijo la voz de la escritura
como siempre
implacable

pero también es cierto
que cualquier verdor nuevo
no podría existir
si no hubiera cumplido su ciclo
el verdor perecido

de ahí que nuestro verdor
esa conjunción un poco extraña
de tu primavera
y de mi otoño

seguramente repercute en otros
enseña a otros
ayuda a que otros
rescaten su verdor

por eso
aunque las escrituras
no lo digan
todo verdor
renacerá.

Mario Benedetti

ODA A LA PACIFICACIÓN

No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico de paz
pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan pólizas contra la pacificación
y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no quieren ser pacificados
cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar
y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro
es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser pacificado por la espalda
o algún estúpido que resiste la pacificación a fuego lento
en realidad somos un país tan peculiar
que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será.

Mario Benedetti